viernes, 26 de diciembre de 2008

Binary Language



Lo binario del lenguaje en cuanto a las voliciones. Parejo a nuestro binario entendimiento. Saltamos, en lo tocante a la voluntad, de uno a otro extremo del alma: del triunfante Sí al fracasado No, sin saber detenernos en ninguno de los estados intermedios. Así, si nos preguntan si queremos o no, esperarán una respuesta en todo o nada. Sin embargo, el alma es un continuo capaz de albergar todos los grises. Se puede Sí(querer), se puede No(querer), y se puede también No(No querer), configurando esta última opción una miríada de estados que comúnmente obviamos. Y es notoria la pobreza expresiva en que incurrimos (y, en consecuencia, la pobreza intelectiva). No es algo para lo que sean apropiados los adverbios de modo o cantidad, pues ellos nos trasladarían en un eje vertical, perpendicular a la línea tendida entre el Sí y el No. Para erguirnos en este arrabal de grises, en esta gradación de voluntades, nos quedan sólo disponibles las metáforas.


Share/Bookmark

martes, 9 de diciembre de 2008

Accesos

PRESENTIMIENTO
Presiento el día de mi muerte: leo a Pessoa como quien lee el prospecto de un medicamento para la tos.
Presiento mi nacer: tras la acetilcisteína restallan hordas sarracenas y trompetas, y dos bocas de mujeres besándose.

SUICIDIO
Hoy vi a un suicida medir lo alto de su balcón con el impulso de su propio cuerpecito.

CAFÉ DE ARTISTAS
El café quedó como ansioso, como inacabado. Sus mesas rezumaban lascivas arqueando sus lomos tensos y sedosos. Las sillas se ofrecían impúdicas y violentas. Todo por el sexo voraz e infinito de la gloria, por haber sido un burdel donde se prostituyen los grandes escritores. No fue. Queda un platillo metálico con la cuenta encorvada y la sombra animal de dos monedas.

EQUILIBRIO
No estoy en equilibrio inestable. Soy un desequilibrio estable.

CREDO
Y las iglesias sentadas a las orillas de las avenidas; jugando a pescar muñecos de trapo con anzuelos de madera.

Share/Bookmark

sábado, 29 de noviembre de 2008

Album Zwei: I cannot Canon

Album Zwei
Share/Bookmark

domingo, 16 de noviembre de 2008

Lebenslauf

Ya todos los caminos han sido recorridos
y el tiempo va trotando por el mío.
Share/Bookmark

sábado, 8 de noviembre de 2008

aLBuM eInS?


Share/Bookmark

lunes, 27 de octubre de 2008

Special offer

Camino por una calle comercial de Solihull, Birmingham. Sin poder explicar por qué, me fijo de manera consciente en los letreros que invaden los escaparates. En colores chillones y grandes letras (fáciles de leer incluso desde el otro lado de la calle): Buy two, get one for free; Buy one, get one half price (que es, en realidad, la misma cosa); Sale; Further reductions inside; Special offer; Sell now, pay later; 50% discount; Be in it to win it; Loose weight and gain pounds; Half price, autumn's sale; Want to make money from a second property?... Este bombardeo se mueve conforme yo avanzo. Si me quedara quieto (si es que es posible quedarse quieto todavía), se convertiría en francotiradores con armas de gran calibre.

¿Qué queda aquí del hombre? ¿No ha quedado reducido a un generador de consumo? La persona, ese ser humano que salió de entre las piernas separadas de una mujer, chorreando líquido amniótico caliente; ese ser humano que será poco más tarde posiblemente dado a un agujero en la tierra en una caja de madera que le verá descomponerse; la persona, decía, empleará su breve tránsito vital en intentar generar el dinero que le permita aprovechar esas ofertas que "necesita". Asimismo, dedicará su exiguo tiempo libre a disfrutar de su exiguo dinero restante y de la ínfima y marchita alegría que le proporcionan esas tan trabajadas adquisiciones.

Estoy en Birmingham en lo que se ha dado en llamar "viaje de negocios", que en realidad se reduce a gastar medio millar de euros en desplazar a uno de esos perecederos seres humanos para ayudar a eliminar un problema que entorpece el funcionamiento de la gran máquina del consumo.

Quizás todo esto ofrece un retrato -seguramente parcial- no del todo inválido de nuestra sociedad, del tejido del cual somos una maldita y miserable fibra. Lo que me aterra, lo que de verás me da miedo, no es el cuadro en sí que aquí he esbozado. Lo que me hiela el puñado de nervios que bajan por la espina es mi incapacidad para pensar en una alternativa, la ausencia dura y dolorosa de una utopía.

P.S. For the sake of completeness, I'll also mention that all this useless reflection exercise was originally written at the "Shades of Raj", Indian restaurant. While two pints of Cobra and a chicken tikka with fried egg rice were pushed into my anxious organism.

P.S.2. The warm towel at the end of the dinner made all of this and even myself, really pointless.

P.S.3. The aftereight, though, brought me back to reality.

Share/Bookmark

sábado, 25 de octubre de 2008

OH.



El bar es oscuro y la madera de las paredes agarra a la luz que quiere escapar. Así ha sido desde hace muchos años, así seguirá siendo. Pero la madera no se sacia de su banquete luminoso.

Entro y me dejo disolver en la atmósfera de humo y música, despacio, como un terrón de azúcar sobre una cucharilla de absenta. Me suben por los pies y se infiltran en mí la música y el humo, hasta gotear despacio por las puntas de mis dedos cansados. Ahora soy invisible en este bar, invisible como lo son las gárgolas sentadas a la barra. Gárgolas invertidas por cuyas bocas entran lluvias de alcohol y sueños. El camarero orquesta presuroso la tempestad: un whiskey doble, un vodka, la propina, ¡hasta mañana! otro chupito, y otro…

Quince mesas metálicas
dormitan torturadas y vencidas.
Rojas batallas sonaron en sus lomos;
sollozos de gigantes derruidos;
penas hundidas,
penas
insondables y esquivas.
Ceniceros cilíndricos,
de vidrio basto tallado sin respeto,
acogieron incendios provocados;
apagaron las llamas del olvido.

En la mano sopeso,
tranquilo,
el minúsculo vaso:
la entrada a un paraíso alternativo.
Soy Notre Dame, me digo,
soy gótico y de piedra y, entonces, me decido.
Borbotea en mi garganta
hasta dejarse caer en mi vacío.
Vacío el vaso,
y yo también,
vacío.
Y empieza, muy despacio, el pequeño milagro del domingo.
Brotan dentro de mí dos manzanos prohibidos,
cabezas de dragones,
ayer, mañana: el tiempo de los muertos y los vivos.
Me giro y, en la puerta, veo esperarme al fantasma de mí mismo:
se ha quedado en la calle sosteniendo el hato de recuerdos que yo he sido.

El tiempo, desterrado, no se queda conmigo.
El reloj aburrido
deja pasar minutos y segundos, torpes, ciegos, cansinos…
los siento deslizarse por mis hombros dormidos.
Sólo tengo mis mil vasos pequeños, mil pequeños amigos,
los guardianes de un templo sumergido.
Ahí me refugio,
dentro,
muy adentro,
tan oscuro y tan tibio,
que pienso que me he muerto o no he nacido.
Y no quiero pensar que hay un futuro:
un fantasma incansable de mí mismo…
quiero volver
atrás
o
a ningún sitio.

Gritaros en la cara que no existo.

Share/Bookmark

domingo, 21 de septiembre de 2008

La conquista

No ha cesado la lluvia desde el atardecer de hace diez días. Es una lluvia persistente y ciega que ya ha anegado todo. Llueve de día y de noche: sin respirar, sin pausa, sin objetivo. Ellos se acuclillan impertérritos bajos las anchas hojas y se funden con el tiempo y el barro. Pueden pasar horas así, en silencio, con los ojos dormidos y el oído despierto. A veces se dicen algo y sonríen como una granada que se raja. Dura un segundo y ya retornan sus facciones de madera y mimbre.

No consigo dormir en estos días. El humor se me viene oxidando y se filtran unas gotas de miedo. Por la noche, tendido bajo esta techumbre que no detiene el agua, los siento: están ahí como la selva, en su duermevela salvaje e inhumano. Mi cuerpo yace pesado y doloroso: las articulaciones preñadas de agua, los huesos blandos, los músculos podridos. Y ellos respiran más fuerte que la lluvia, agachados e inmóviles. Puedo sentir sus ojos de cuchillo cortando las tinieblas a cada rato. Puedo sentirlos estirarse como un tigre para volver a encogerse como un murciélago. Y sé que no nos respetan. Hemos conseguido que nos teman, sí, con la magia de pólvora y caballos. Hemos clavado un dardo envenenado en sus conciencias sólidas. Caminan de otra forma ahora, conscientes de su sombra y de sus huellas. Pero es un miedo enraizado en el odio, un miedo de tarántulas.

Ayer, mientras comíamos, pude sentir la angustia de los nuestros. Cabizbajos, con las barbas empapadas sobre los cuencos de sopa turbia, se les nota temblar y no de frío. Sus ojos yerran esquivos y sus voces se quiebran huecas y gastadas. Hace dos meses llegamos fulgurantes y vivos. Hoy no somos más que un espectro frágil y enfermizo. Y nuestro miedo no está teñido de ira ni de odio, nuestro miedo es el miedo de un niño que está solo en una noche oscura. El miedo más terrible y más agudo. Veníamos a conquistar y fuimos conquistados. Nos han vencido su silencio pétreo y sus entrañas trenzadas con la jungla. Nos ha vencido que no sepan que existe el tiempo.

Quiero borrarlos de mí, dormir, respirar sin esta coraza lacerante. Quiero olvidar que ayer, al pasar esa mujer con los pechos descubiertos, me rozó el brazo y sonrió con algo anterior a la malicia. Mejor que admitamos que son superiores antes de perder el juicio. Mañana hemos de volver, regresar a donde todo es sencillo. Ojalá consigamos olvidar estos abismos.

Llueve.

Share/Bookmark

martes, 9 de septiembre de 2008

####.. GAME OVER... ..### #




El otro día me rebuscaba en los bolsillos y me di cuenta de que había perdido una moneda: una de estas monedas pequeñas que pasan desapercibidas. Una moneda cuya pérdida no levantaría sospechas. La has paseado durante años en un bolsillo sin prestarle ninguna atención. Pero sabías que estaba ahí. Entonces, un buen día, descuidadamente, merodeas con tu mano y te invade una cierta desazón. ¿No falta algo aquí? Sí, hombre, ¿qué es?... un relámpago de duda te abisma: empiezas a caer desde un escalón que no habías visto… Tu cerebro es una estampida de búfalos en una biblioteca. El pánico retuerce tus intestinos, te hace sudar, trepida punzante por tus venas hinchadas. Y tras unos segundos que han parecido años, un anciano encorvado aparece de detrás de una sombra. Lleva las manos calladas a la espalda. En su rostro hay regueros de historia de tu vida. Puedes ver tus fracasos en los pliegues pequeños de su boca. Puedes ver tus hazañas palpitando en sus sienes marchitas. Puedes ver tu futuro resonando en su ojo. ¿Su otro ojo? En la cuenca vacía llena de noche ves flotar una minúscula moneda. ¿Cómo podrías cogerla? Él percibe tu duda y se adelanta inmutable a tu pregunta. Su voz atruena en ti crispándote los nervios desgastados: “Sé que vienes buscando esta moneda. No pienses que la has perdido ahora. Hace años, cuando volvías a casa de la escuela, se deslizó al vacío sin tú saberlo. Sin tú saberlo, entonces, perdiste la capacidad de divertirte. Hoy vuelves aterrado a mí, desorbitado, y piensas que podrás recuperarla… ¿Cómo crees que podrás recuperarla? ¿No entiendes que has quedado yermo y roto? ¡Vete de aquí, desaparece! Sabe que esta moneda es ahora de otro niño, de alguien que no se ha hecho aún mayor”

Share/Bookmark

miércoles, 20 de agosto de 2008




No conozco mejor manera de echar a perder un caballo que darle órdenes contradictorias. Por echar a perder aludo aquí al proceso de convertir un caballo noble en una bestia desquiciada y errática. Una manera clásica, el fallo de muchos principiantes, consiste en clavar espuelas y, a un tiempo, tirar de las riendas. No es casual que sea un fallo de principiantes; cuando uno empieza a montar a caballo se suelen juntar dos condiciones que propician este error: la falta de equilibrio y el miedo. Al combinarlos resulta que se da la orden con las piernas, instando al caballo a correr y cuando éste, efectivamente, corre, el jinete se desequilibra y “cae” por su propia inercia hacia atrás, colgando su peso de la boca del caballo, exigiéndole así que pare. El miedo bloquea el entendimiento y hace que el principiante no sea capaz de asimilar todos estos acontecimientos simultáneos ni de ponerles remedio.

Bien, este sencillo Método para desquiciar da grandes resultados también en personas. Sí, puede parecer cruel, así que no lo aplicaremos… muy descaradamente. Lo que haremos será intentar que estas “órdenes contradictorias” parezcan una condición del entorno. ¿Cómo? Bueno, en primer lugar no provendrán de un único actor, incluso no provendrán de uno que sea fácil de acotar. Su origen será difuso y esto dificultará el relacionarlas. En segundo lugar, no las aplicaremos de manera puntual en el tiempo de forma que puedan llamar la atención, sino que estarán presentes en todo momento. Su permanencia las hará parecer parte consustancial del cuadro y esto dificultará el identificarlas. En tercer lugar no las aplicaremos de manera puntual en el espacio –no gritaremos a un solo individuo– sino que gritaremos al aire, y dejaremos que éste transporte nuestro mandato a cada uno de los dispuestos oídos. Esto facilitará el llegar a todos, sumergiéndolos en las mismas aguas.

Freud quizás pensó que había descubierto algo cuando pronunció “Neurosis”. En realidad le puso nombre a una realidad que estaba recién comenzando, a un nuevo fenómeno de producción humana. Somos los caballos desquiciados de ojos en blanco, sudorosos, irascibles, asustados. Nos clavan mil espuelas y nos frenan mil riendas. Tenemos que ser productivos, nos estresa. El estrés nos hace dormir mal, desarrollar comportamientos compulsivos, comer. Tenemos que sentarnos a trabajar durante ocho horas al día. Pero tenemos que estar en forma, tenemos que ser estéticamente perfectos. Tenemos que pasárnoslo bien, que ser felices. Tenemos que ser tolerantes, pero tengamos miedo (del terrorismo, de los inmigrantes…) Tenemos que ser monógamos, estables, fieles, compartir. Pero cada uno tiene que desarrollarse como individuo, solo. Pero el sexo es rey. Pero hay que ser atractivo, que seducir. Tenemos que consumir, que consumir, que consumir, que rodearnos de objetos. Pero lo importante son las personas. Tenemos que ver la tele, que escuchar música, que usar internet. Pero tenemos que mantener relaciones sociales, una familia...


¡Qué pena de animales tan bellos!

Share/Bookmark

viernes, 1 de agosto de 2008

OjO VagO


Recuerdo llevar un parche en el ojo derecho de pequeño. Entonces, el concepto “ojo vago” tenía algo de divertido y singular. Me permitía ser un equilibrista sobre la fina línea que separa a los que deben y no deben llevar gafas. Mi ojo, hoy, veinticuatro años después, sigue exactamente igual. Y no es precisamente vago. Llamarlo así sería pecar de inexacto, faltar a la verdad. Mi ojo izquierdo funciona perfectamente; mi cerebro, sin embargo, renuncia a usarlo. A menos que no le quede más remedio, claro. A veces lo pongo a prueba y cierro mi ojo derecho durante un rato: le ofrezco a mis neuronas la tiniebla. Entonces, fatigosas e indignadas, empiezan a conectar lentamente los dormidos cables que llevan la luz desde mi ojo izquierdo a donde quiera que sucedan las imágenes. Así, transcurrido un rato de frenesí desganado y reticente, vuelvo a ver perfectamente, abandonando el ojo su estado permanente de abandono.

¿Abandono? No... no es abandono. Diría que es más bien renuncia. O miedo. Renuncia a ver la realidad por partida doble. Renuncia hastiada a tener que procesar dos veces el espectáculo que el mundo despliega. Así, desde la cautela, mi cerebro decide amortiguar el daño y le da la espalda a mi ojo izquierdo. Con un mundo es suficiente, se dice, y deja que las neuronas correspondientes se dediquen a construir alternativos mundos: ésos que sólo se ven en los sueños y en los momentos lúcidos. Tengo, en consecuencia, un cajón lleno de juguetes y, al tiempo, una deficiencia en mi percepción de la realidad, de la que sólo me llega la mitad. O puede que sea miedo lo que me gobierna. Miedo a poner en marcha la maquinaria pareja y ver que hay un pequeño matiz que no concuerda. Ver que hay una dolorosa y mínima falla resonando entre mis imágenes del mundo. Y puede bien ser esto pues cuando, cansado ya, reabro mi ojo derecho, sufro un largo y disonante calvario. La vuelta a la realidad habitual: a los colores, las formas, las distancias… es como un reacostumbrarse a respirar el tóxico oxígeno.

Por la noche, no obstante, o cuando la oscuridad se adueña de mi entorno, mi ojo derecho pierde la supremacía. Entonces regreso indulgente a lo que no he podido ver durante el día. Vuelvo a mis pequeños mundos, a mis antípodas, a donde sólo yo sucedo. Y ahí, en comunión brutal conmigo mismo, me felicito por tener un ojo vago: un bastión permanente en la tierra de nadie tan fecunda.
Share/Bookmark

miércoles, 23 de julio de 2008

Back to Birmingham

Los aeropuertos se han quedado vacíos
de despedidas.
Vengo sin una sola lágrima
en los bolsillos
y al recordar algunas
trágicas y dolientes
separaciones
me invade una sonrisa
que no es más que un anhelo
que sé disimularme.

Hoy es todo más frío:
el rojo es ahora negro
y azul el amarillo.

Me queda pasearme
de la mano
de un saco de recuerdos
de trapo.
Los pasillos cansados
y tranquilos
me ven de arriba a abajo suspirando.
Algunos me recuerdan:
"Ése es el que lloraba
-a veces-
tanto"
y ven mis ojos
con su blanco hoy blanco
y quedan confundidos,
aterrados.

Hasta los detectores
de metales,
los rectilíneos arcos,
dejaron de silbarme
al yo cruzarlos.

Sólo obtengo la hueca
miserable atención
de un azafato:
"Gute Nacht,
gute Reise"
Y una pena me crece
leise, leise...
Share/Bookmark

miércoles, 11 de junio de 2008

Das bin ich

Soy la grieta voraz de mi edificio:
el sumidero del océano.
Soy los huesos de un ángel
y el borde del desierto.

Soy la cadena de aquel perro muerto,
las flores de otra tumba.
Soy la moqueta de un hotel en ruinas,
el agujero del cubo.

Soy la cuenca de unos ojos
de muñeca,
el destino de un tenedor
de plástico,
la sombra de un reloj
de arena,
la lágrima de un mulo.

Soy el grito que nace cuando cesa tu grito:
un cocodrilo ciego.
Soy la visión sublime de un autista,
el logro de un eccema.

Soy todo lo que queda fuera de un abrazo:
una reserva antinatural,
la maldición,
la peste,
los suburbios.
Share/Bookmark

martes, 13 de mayo de 2008

aírgela al ed daduic aL

La ciudad de la alegría no tiene ladrillos de azúcar en sus casas. Tampoco llueve oro en la ciudad de la alegría, ni granizan pepitas. Últimamente, me parece que la ciudad de la alegría está quedándose desierta. Sus farolas alumbran en un esfuerzo inútil las calles hoy tan sordas. Desaparecieron los que correteaban, los que sonreían. Desaparecieron los que disfrutaban y los que vivían. Llegaron los pintores con sus cubos gristes. Meticulosos, comenzaron desde la más pequeña de las esquinas a extender su pintura griste. Pronto cubrieron rostros, lágrimas, abrazos y canciones. Pronto las notas se dejaron enjaular por el pentagrama. Los cielos tan azules de ayer hoy son sólo gristeza, y si algo cae de ellos es un lamento escuálido y vencido.
Da miedo pasear por la que era la ciudad de la alegría. Un miedo frío que atraviesa los párpados –prueba a cerrar los ojos–. No hay pellizas que abriguen ni candelas que entibien los glaciares fracasos. La aguja del compás se desata y te acosa; su precisión punzante se te clava en la sangre. Y estás contaminado: una gota comienza a despeñarse por dentro de tus venas. No se toma su tiempo, te devora en su gris vertiginoso. Las manos, las que fueron tus manos, son estatuas de dedos. Los ojos, los que fueron tus ojos, dos canicas de hielo. Ahora puedes pasear tranquilo por la que era la ciudad de la alegría. Ahora eres un alambre de su malla gris de pasados metálicos. Puedes incluso definirte, soy el alambre 4H7Z, el alambre innecesario y oxidado. Se posará un pájaro, superviviente errante, en el hilo que formas, quizás. Sus garras diminutas abrasará tu angustia. No vuela, sin embargo, hechizado por tu infinita y geométrica tristeza. Y la duda le pesa fatigosa en las alas ¿No era ésta la ciudad de la alegría?


Olvida todo esto. Mejor olvida que existió la ciudad de la alegría. Mejor no torturarse en lo imposible. Conduce tu automóvil al siguiente semáforo. Sintoniza otra emisora de radio. Sube la ventanilla. Desaparece de aquí con tu recuerdo infame de otros tiempos mejores. Vete.
Share/Bookmark

Dos muertos en el tercero be

Hoy, a las ocho de la tarde hora española, se han producido dos fallecimientos en el tercero be. La ONU debate sobre cómo coordinar la ayuda humanitaria para tamaña catástrofe. Los recursos para este tipo de acciones son escasos, y ésta ha sido una aciaga semana: el lunes hubo un susto terrible en la panadería de la esquina; el martes se paró el ascensor en el edificio de enfrente; ayer, miércoles, se desajustó la antena de la tele de la comunidad de vecinos; y hoy se cuentan dos víctimas en el tercero be.

Aún sin haberse repuesto de los últimos acontecimientos, el gobierno ha emitido un comunicado de prensa en el que manda un mensaje de apoyo a las familias y asegura que hará todo lo posible para desplegar sus efectivos. A pesar de las duras críticas de la oposición por la mala gestión del ejecutivo (la televisión sigue viéndose un poco borrosa), parece, según sondeos de Opina, que la población evalúa en términos positivos la actuación del gobierno.

De los fallecidos, E.M.H y J.I.L sólo se sabe que pudieron intentar mandar mensajes de ayuda al 112. Sin embargo, al no estar este sistema preparado para la mensajería SMS, tuvieron que conformarse con morirse de manera miserable e inesperada. El vecino del tercero a alertó de un considerable pestucio que escapaba por debajo de la puerta -que llevaba unos años sin cerrar como es debido-.

Aunque se está evaluando la reunión de un gabinete de crisis, expertos internacionales pronostican una remisión pronta de los infortunios. Todo esto, acompañado de una rebaja en el precio del atún, podría reflotar la situación económica de Paquito, del segundo be, muy aficionado al bocadillo de atún con mayonesa en el recreo. No obstante, otras voces más críticas consideran que debería abandonar esa opción y reinvertir dividendos en pinchos de tortilla.

Aquellos que deseen mostrar sus condolencias a Paquito, pueden encontrarlo por las tardes jugando a la peonza detrás del quiosco, donde se juntan los críos con las vespinos.
Share/Bookmark

miércoles, 16 de abril de 2008

Berliner Halbmarathon und Halbmensch

Hace no demasiado, el 6 de Abril, participé en la media maratón de Berlín. La carrera en sí no tiene demasiado intríngulis: al ser una ciudad tan extensa es posible hacer 21 kilómetros dentro de ella sin problemas. Mucha gente animaba con pancartas, con tambores, golpeando dos botellas de plástico, gritando, algunos niños pequeños estiraban las manos para chocarlas con los corredores al pasar... En resumen: la ciudad respondió al evento.

Durante gran parte del recorrido, además de con el creciente dolor en los músculos y las articulaciones (debido a mi pobre entrenamiento), me entretuve con una pregunta que aún no acabo de saber responder. Aquel día corrimos aproximadamente unas veinticico mil personas. Sí, 25.000 personas. Cuando digo que corrimos quiero decir que nos esforzamos y sufrimos. Pero no sólo eso, sino que la mayor parte además pagamos (porque la inscripción costaba algo más de treinta euros). A eso hay que añadirle el entrenamiento que cada uno de nosotros (unos más y otros menos) necesitamos para completar la media maratón. ¿Cómo es posible conjugar a 25.000 personas para que sufran durante más de una hora, pagando, y además no obteniendo ningún resultado tangible? O, formulando esta pregunta desde un enfoque más práctico: ¿Qué sería necesario para implicar a la gente en tareas realmente útiles? Porque estoy seguro de que si se nos puede juntar para fatigarnos durante dos horas pagando, también se nos puede ganar para cualquier otra causa que además valga la pena.

Se despotrica mucho de la sociedad desconectada, del aislamiento del individuo en la era de las tecnologías... toda esa serie de pamplinas que tienen cierta base pero que no vienen a ser más que obviedades huecas. Dicen que el individuo no se siente parte de la sociedad, que no se esfuerza por ella... ¿Dónde está el tumor? ¿Cómo encajan estas dos realidades? La media maratón se organiza porque da dinero (a alguien le beneficia económicamente), quizás las cosas útiles no son rentables y por eso nadie las organiza... Pero si se organizaran, y vista la capacidad de estupidez del ser humano a principio de este mes, os aseguro que habría hondonadas de ayuda.
Share/Bookmark

martes, 1 de abril de 2008

La búsqueda de la infelicidad

La respuesta más manida que existe para la pregunta “¿Cuál es tu objetivo en la vida?” es nuestra automática e inconsciente frase “Ser feliz”. La verdad, no se puede culpar a nadie de esto. Es algo que emana de nuestra cultura; es algo que nos ha sido repetido tantas veces y de formas tan diversas que lo hemos hecho parte de nosotros. No hay ya un camino consciente y meditado a esa respuesta. Por eso mismo, quizás, ni siquiera nos planteamos la estupidez de esta comedia.

Hay dos maneras de ser feliz según nuestro imaginario cultural: la patata y el asno.

La felicidad de la patata es una felicidad, claro, de tubérculo. Una felicidad de estar bajo tierra, de dejarse arropar por el vientre cálido y tranquilo. Sin asomarse, sin crecer más que dentro de nuestra pequeña y contenida esfera. Una felicidad de sabor plano y romo, una felicidad monocroma y mísera. Ésta es, de nuestras dos opciones, la más detestable: la que aniquila al hombre; la que lo intenta reinsertar en una animalidad de la que somos ya indignos e incapaces. Felicidad sin objetivos, sin sueños, sin oxígeno. Así, nos decimos felices por habernos enterrado en vida, por no aspirar a nada, por habernos lobotomizado y convertido en autómatas, en tornillos, en un saco de vísceras que envejece y respira. Tal felicidad no sólo nos vuelve prescindibles para la historia, sino hasta para nosotros mismos.

El asno, el que aspira a ser feliz como asno, cree estar muy por delante de los anteriores. Es aquél que será feliz realizándose en su tarea diaria. Aquél que dará vueltas a la noria y se esmerará en los pequeños detalles: un círculo perfecto, un paso constante, una tracción suave y ligera… Así, progresivamente, irá puliendo cada arista de su función hasta llegar a lo que él considera como el mejor asno-arrastrador-de-noria posible. En ese momento, su misión se habrá realizado plenamente, ya no habrá un más allá, estará en la cúspide… Desde ese momento, se dedicará a mantenerse en plena forma, a no perder un ápice de su destreza: ha alcanzado la perfección, con ella la felicidad, y no quiere perderla. Tres pasos más a la derecha hay una tierra que nunca ha pisado, pero está fuera del círculo perfecto, ni siquiera se molestará en mirarla. Si girara la noria en el otro sentido, quizás sacaría más agua, pero eso contradice la perfección y queda automáticamente descartado. Esta es su felicidad de anteojeras, su felicidad yerma y aburrida, su perfecta felicidad.

En nuestro voluntario colaborar al engrisecer general no hemos querido dejarnos ni una chispa de atención. Hemos olvidado lo importante: sólo crecemos, sólo nos desarrollamos, sólo avanzamos en el conflicto, en la lucha. Necesitamos de la tensión, del sufrimiento, del miedo, del dolor –todas ésas cosas de las que nos han enseñado a huir como si quemaran. El obstáculo y la duda nos llevarán más lejos. Nos harán crecer, sublimes. Nos llevarán a una infelicidad salvaje, una infelicidad de danza de guerra, de abismos, una infelicidad indómita y libre.

Share/Bookmark

jueves, 7 de febrero de 2008

SiNo



Me he tendido —no al sol— una emboscada,

una tela —no seda— de araña traicionera.

He sembrado —no trigo— el germen putrefacto

de un pasarme —no la vida— respirando.


Me agoto en una —no idílica— pecera,

sufro en una —no esférica— burbuja

y me escorzo —no avanzo—...me desmembro.


Detrás —y no a mi espalda— se quema mi pasado,

aquí —y no donde me hallo— mi presente,

al frente —y no delante— mi futuro.


Viajo con precisión —no suiza— planetaria

en esta órbita —no celeste— elíptica

y me cruzo —no habito— planetas —que no átomos— nada inciertos.
Share/Bookmark

domingo, 3 de febrero de 2008

arabesquE


Share/Bookmark

miércoles, 30 de enero de 2008

Progresión


Share/Bookmark

domingo, 13 de enero de 2008

OBST UND GEMÜTLICH (Fruta y velluda)

.


Es una tarde obscura y obstusa de domingo.

Tengo DOS pensamientos

que, no obstante,

son demasiado largos como para enhebrarlos con palabras.

Así que intento relajarme:

cagar un poco, un plátano, un té negro

—hay dos imanes olvidados en un lateral de la nevera—

y quisiera tocar la guitarra

pero tengo las uñas largas e incómodas

y demasiada pereza como para arreglarlas.

Estos versos y yo nos parecemos

entre nosotros y a una —probablemente— mala traducción de Charles Bukowski.

Seguro que él también anduvo rebuscando

en este hediondo cajón de la miseria

pero cambió su té por un trago de whiskey

y su plátano plástico por un cigarro, o dos.



Hay más Bukowskis, tan sólo que no saben

primero que lo son

segundo que no son los primeros

tercero que eso hace que dejen de ser únicos

y cuarto de estar, de costura, de baño y medio.



¡Lo que escupo con tal

de no limpiar el piso —que tan poco he ensuciado!
Share/Bookmark

viernes, 4 de enero de 2008

EggS


Share/Bookmark

hUNGER


Zavs se encontraba en un planeta extraño. Un comité de bienvenida, fastuoso y pesado, se alineaba junto a la puerta de su nave. Y ni siquiera tuvo que abrir la puerta, ni siquiera tuvo que caminar por la alfombra roja que habían extendido; en un fogonazo, sin darse ni cuenta, se encontraba en una sala de recepción, rodeado de las más provectas y provechosas personalidades. Aún desconcertado por el inesperado desvanecerse aquí y aparecer allá, Zavs tenía las piernas temblorosas y la respiración entrecortada. Un gran hombre, seguramente algún embajador o alto dignatario, se acercó a él con paso solemne y orgulloso:

― Respire, querido invitado, disfrute del fresco aire de nuestro planeta.

Y Zavs, ablandado por la voz sonora y roma, tomó una gran bocanada de aire, que en verdad era fresco, con un cierto aroma mentolado muy agradable. El gran hombre le miró con expresión curiosa:

― ¿Sabe usted que cada vez que respira mueren dieciocho personas?
― ¿Có…cómo dice?
― Sí, dieciocho, ni una más ni una menos, cada vez que usted toma una de nuestras preciosas bocanadas al mentol.
― Pe… pero… ¿y qué puedo hacer?

Zavs empezó a hacer visibles esfuerzos ―inútiles esfuerzos― por no respirar, se amorató un poco y luego se deshizo con el silbido de una olla a presión; acto seguido y sin poder evitarlo, como el fuelle veterano de una fragua, tomó una bocanada aún mayor.

― Bueno, con ésta última puede que hasta veinte personas.
― ¿Qué hago entonces? Dígame, ¿cómo puedo evitarlo?¿debería dejar de respirar?

El gran hombre le dirigió una mirada compasiva y un tanto oblicua:

― Así sólo conseguiría que murieran dieciocho personas más una: usted. Pero siéntese, siéntese, no se altere…

Un sofá mullido, de magnífica piel, le esperaba. Y Zavs, todavía no repuesto de la conversación, se dejó caer mansamente, abrazado por el formidable relleno de aquel sofá. No pudo por menos de admirarlo:

― Excepcionales sofás tienen ustedes, sí señor, en mi planeta serían la más grande envidia.
― Sí, tiene razón, señor Zavs. Son hechos a manos por niños a los que se les han arrancado los ojos. Se les promete que, si confeccionan el más precioso sofá, se les devolverá la vista.
― ¿Qué está diciendo?
― Es sólo una artimaña, claro, no se les devuelve la vista, como usted comprenderá. Tras unos cuantos sofás, ellos mismos lo comprenden. Entonces se usa el hambre para atenazarlos. La promesa de un grano de uva basta para que el sofá sea tan cómodo y confortable como el que está disfrutando.
― ¿Y entonces?
― Para tenerlos en vilo y que los sofás sigan siendo extraordinarios, hay que mantenerlos hambrientos… al final, mueren de inanición, pero dejan tras de sí varias obras de arte. Los mejores llegan a hacer hasta veinte sofás. Se calcula que por cada veinte personas que se sientan a un sofá muere uno de estos niños.

Zavs echó una ojeada a la sala. Había como mínimo doscientas personas, arrellanadas bajo sus tremendas panzas, repartidas en los sofás. Diez niños muertos de hambre. Empezó a sentir una oleada de náusea verde y pegajosa. Entonces entraron los camareros, impolutos, portando grandes bandejas repletas de manjares.

― Coja, señor Zavs, coja uno de estos canapés: le aseguro que son la mayor delicia que habrá probado jamás.
― Y luego me dirá que han muerto cien mil personas para confeccionarlo…
― No, hombre, descuide, son de salmón, no se mata a nadie para hacerlos.

Zavs, aliviado, se abalanzó sobre la bandeja y, en un periquete, cayendo un poco en la desvergüenza, se zampó seis o siete canapés. Hay que admitir que estaban terriblemente buenos.

― Vaya, ¿dónde tienen estos salmones?
― Son salmones de los ríos del norte. Salmones gigantes. De hecho, uno sólo de estos salmones podría alimentar a varias familias. Pero sería un desperdicio. Hay que matarlos con cuidado y luego dejar que la carne se pudra lentamente. Cuando toda está putrefacta y apestosa, milagrosamente, en el centro del salmón, queda un pequeño trocito intacto y brillante. Este trocito es el que se acaba de comer usted repetidas veces.
― ¿Dejan que la carne se descomponga para hacer estos canapés?
― Sí, y ha habido revueltas, no se crea, sobre todo durante las hambrunas, porque algunos lo consideraban injusto… ¡pero no me diga que no están ricos!

Zavs hizo un rápido cálculo: había respirado unas trescientas veces (eso suponía cinco mil cuatrocientas personas muertas), se había sentado en un sofá (hecho por un niño al que le arrancaron los ojos y dejaron morir de hambre) y se había comido siete canapés (unas veinte familias agonizando por la hambruna). Pero no sólo eso, la sala entera no paraba de respirar, de comer, de sentarse en sofás… ¡aquello era para volverse loco! Desesperado, empezó a ser consciente del monstruo en que se estaba convirtiendo desde la llegada a aquel planeta: un asesino, un ser inhumano y cruel. Se levantó de repente del sofá maldito, renunció a los canapés de salmón y empezó a medir sus respiraciones. Todo fue inútil: el sofá seguía allí, el gordo de más a la derecha se regocijó por los canapés rechazados y se los echó al coleto sin pensárselo…¡y todos seguían respirando!

Oprimido por la culpa y la vergüenza, abandonó la sala a todo correr. Quería volver a su nave, huir de aquel mundo infecto, volver a ser inocente. Pero cuando llegó a la nave, la imagen más desoladora estaba ante sus ojos: todos los cadáveres de los que era responsable se apilaban cubriendo la nave. Más de siete mil, de todas las edades, yacían allí, amontonados, haciéndole imposible entrar a la nave. Y cada vez que respiraba, dieciocho cuerpos inertes caían sobre el creciente montón con un ruido sordo y terrible.

Share/Bookmark