lunes, 30 de mayo de 2011

Sobre la inversión posible del instantáneo global


Siempre me han fascinado los títulos inextricables que usan los filósofos para dar apariencia de profundidad a sus obras —una profundidad que, seamos sinceros, no todas tienen—. Hoy, yo mismo, enfrentado a la bota simplicidad de mis ideas, me he visto en la necesidad de rebuscar en el diccionario para poder disfrazar este texto con un cierto halo de dignidad, que es, supongo, la antesala de la autoridad.

Leo, últimamente y con agrado, muchos artículos sobre la Democracia 2.0, la Democracia 4.0, la Democracia Real… Todos ellos, usen o no nombres con aroma a nuevas tecnologías, hablan básicamente de lo mismo: se pretende llevar a la práctica un sistema democrático que contemple una participación mucho más activa del ciudadano. Se busca no limitarse a esa raquítica participación —raquítica porque son listas cerradas; raquítica, también, porque la voz del ciudadano se ve distorsionada por las circunscripciones electorales— que disfrutamos cada cuatro años.

¿Por qué esta reciente oleada de apoyos a una democracia más participativa? Se podría pensar que es un efecto secundario de esta crisis tan pregonada. Sin embargo, creo que es, más bien, el resultado de una toma de conciencia de las ventajas parcialmente inexploradas que ofrecen las nuevas tecnologías: la inmediatez y la globalidad. Y escribo «parcialmente inexploradas» porque estas ventajas sí se aprovechan, pero en una sola dirección: la que se limita a publicar la realidad de manera instantánea en todo el globo. Así, todos podemos ver en tiempo real cómo un tsunami ahoga las costas japonesas y todos podemos escuchar en directo el discurso del presidente estadounidense —otros presidentes parecen no gozar de tanta difusión—. Con todo, hay, ciertamente, otra manera mucho más interesante de aprovechar las ventajas de las nuevas tecnologías: usarlas para configurar la realidad de modo instantáneo y global. Este es el envés para escribir del haz en que leemos actualmente: hoy día las tecnologías se limitan a multiplicar en infinitas proyecciones cada realidad; mañana, si ponemos empeño, las tecnologías concentrarán múltiples voluntades en una realidad.

Podemos, por tanto, dejar de ser público y comparsa de una realidad que parece que discurriera por sí misma. Podemos invertir el flujo de información: dejar de ser sumideros y proclamarnos manantiales. Podemos configurar nuestra realidad, que es, al fin y al cabo, lo único que tenemos.
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