Los aeropuertos se han quedado vacíos
de despedidas.
Vengo sin una sola lágrima
en los bolsillos
y al recordar algunas
trágicas y dolientes
separaciones
me invade una sonrisa
que no es más que un anhelo
que sé disimularme.
Hoy es todo más frío:
el rojo es ahora negro
y azul el amarillo.
Me queda pasearme
de la mano
de un saco de recuerdos
de trapo.
Los pasillos cansados
y tranquilos
me ven de arriba a abajo suspirando.
Algunos me recuerdan:
"Ése es el que lloraba
-a veces-
tanto"
y ven mis ojos
con su blanco hoy blanco
y quedan confundidos,
aterrados.
Hasta los detectores
de metales,
los rectilíneos arcos,
dejaron de silbarme
al yo cruzarlos.
Sólo obtengo la hueca
miserable atención
de un azafato:
"Gute Nacht,
gute Reise"
Y una pena me crece
leise, leise...