martes, 13 de mayo de 2008

aírgela al ed daduic aL

La ciudad de la alegría no tiene ladrillos de azúcar en sus casas. Tampoco llueve oro en la ciudad de la alegría, ni granizan pepitas. Últimamente, me parece que la ciudad de la alegría está quedándose desierta. Sus farolas alumbran en un esfuerzo inútil las calles hoy tan sordas. Desaparecieron los que correteaban, los que sonreían. Desaparecieron los que disfrutaban y los que vivían. Llegaron los pintores con sus cubos gristes. Meticulosos, comenzaron desde la más pequeña de las esquinas a extender su pintura griste. Pronto cubrieron rostros, lágrimas, abrazos y canciones. Pronto las notas se dejaron enjaular por el pentagrama. Los cielos tan azules de ayer hoy son sólo gristeza, y si algo cae de ellos es un lamento escuálido y vencido.
Da miedo pasear por la que era la ciudad de la alegría. Un miedo frío que atraviesa los párpados –prueba a cerrar los ojos–. No hay pellizas que abriguen ni candelas que entibien los glaciares fracasos. La aguja del compás se desata y te acosa; su precisión punzante se te clava en la sangre. Y estás contaminado: una gota comienza a despeñarse por dentro de tus venas. No se toma su tiempo, te devora en su gris vertiginoso. Las manos, las que fueron tus manos, son estatuas de dedos. Los ojos, los que fueron tus ojos, dos canicas de hielo. Ahora puedes pasear tranquilo por la que era la ciudad de la alegría. Ahora eres un alambre de su malla gris de pasados metálicos. Puedes incluso definirte, soy el alambre 4H7Z, el alambre innecesario y oxidado. Se posará un pájaro, superviviente errante, en el hilo que formas, quizás. Sus garras diminutas abrasará tu angustia. No vuela, sin embargo, hechizado por tu infinita y geométrica tristeza. Y la duda le pesa fatigosa en las alas ¿No era ésta la ciudad de la alegría?


Olvida todo esto. Mejor olvida que existió la ciudad de la alegría. Mejor no torturarse en lo imposible. Conduce tu automóvil al siguiente semáforo. Sintoniza otra emisora de radio. Sube la ventanilla. Desaparece de aquí con tu recuerdo infame de otros tiempos mejores. Vete.
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Dos muertos en el tercero be

Hoy, a las ocho de la tarde hora española, se han producido dos fallecimientos en el tercero be. La ONU debate sobre cómo coordinar la ayuda humanitaria para tamaña catástrofe. Los recursos para este tipo de acciones son escasos, y ésta ha sido una aciaga semana: el lunes hubo un susto terrible en la panadería de la esquina; el martes se paró el ascensor en el edificio de enfrente; ayer, miércoles, se desajustó la antena de la tele de la comunidad de vecinos; y hoy se cuentan dos víctimas en el tercero be.

Aún sin haberse repuesto de los últimos acontecimientos, el gobierno ha emitido un comunicado de prensa en el que manda un mensaje de apoyo a las familias y asegura que hará todo lo posible para desplegar sus efectivos. A pesar de las duras críticas de la oposición por la mala gestión del ejecutivo (la televisión sigue viéndose un poco borrosa), parece, según sondeos de Opina, que la población evalúa en términos positivos la actuación del gobierno.

De los fallecidos, E.M.H y J.I.L sólo se sabe que pudieron intentar mandar mensajes de ayuda al 112. Sin embargo, al no estar este sistema preparado para la mensajería SMS, tuvieron que conformarse con morirse de manera miserable e inesperada. El vecino del tercero a alertó de un considerable pestucio que escapaba por debajo de la puerta -que llevaba unos años sin cerrar como es debido-.

Aunque se está evaluando la reunión de un gabinete de crisis, expertos internacionales pronostican una remisión pronta de los infortunios. Todo esto, acompañado de una rebaja en el precio del atún, podría reflotar la situación económica de Paquito, del segundo be, muy aficionado al bocadillo de atún con mayonesa en el recreo. No obstante, otras voces más críticas consideran que debería abandonar esa opción y reinvertir dividendos en pinchos de tortilla.

Aquellos que deseen mostrar sus condolencias a Paquito, pueden encontrarlo por las tardes jugando a la peonza detrás del quiosco, donde se juntan los críos con las vespinos.
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