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Las relaciones afectivas son relaciones volitivas, lastradas por la pasión y la ausencia de libertad; se espera algo del otro, por lo cual, éste y uno mismo dejan de ser libres.
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Pero cuando se sigue el camino de la individuación, cuando se vive la vida, hay que aceptar también el error; de lo contrario, la vida no sería completa. No existe garantía alguna -en ningún instante- de que no incurramos en el error o en un peligro mortal. Se cree quizás que existe un camino seguro. Pero éste sería el camino de los muertos.
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Sin embargo, puede ser que alguien, por propios motivos suficientes, se vea precisado a emprender el camino hacia las lejanías con sus propias fuerzas, porque en todas las protecciones, modelos, asilos, modos de vida y atmósferas que se le ofrecen no encuentra lo que necesita. Marchará solo y representará su propia sociedad. Será su propia multitud que consta de muchas opiniones y tendencias. Pero éstas no van necesariamente en la misma dirección. Se encontrará, por el contrario, en duda con sí mismo y hallará grandes dificultades en manifestar toda su complejidad en una acción unívoca. Incluso cuando se encuentra externamente protegido por las formas sociales de la fase de transición, no posee con ellos protección alguna contra la interna complejidad que le enemista consigo mismo y le sume en el extravío en identidad con el mundo externo.
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Sin embargo, se convierte en neurótico todo el que intenta dos cosas al mismo tiempo, perseguir su fin individual y adoptarse a la colectividad.
