sábado, 25 de octubre de 2008

OH.



El bar es oscuro y la madera de las paredes agarra a la luz que quiere escapar. Así ha sido desde hace muchos años, así seguirá siendo. Pero la madera no se sacia de su banquete luminoso.

Entro y me dejo disolver en la atmósfera de humo y música, despacio, como un terrón de azúcar sobre una cucharilla de absenta. Me suben por los pies y se infiltran en mí la música y el humo, hasta gotear despacio por las puntas de mis dedos cansados. Ahora soy invisible en este bar, invisible como lo son las gárgolas sentadas a la barra. Gárgolas invertidas por cuyas bocas entran lluvias de alcohol y sueños. El camarero orquesta presuroso la tempestad: un whiskey doble, un vodka, la propina, ¡hasta mañana! otro chupito, y otro…

Quince mesas metálicas
dormitan torturadas y vencidas.
Rojas batallas sonaron en sus lomos;
sollozos de gigantes derruidos;
penas hundidas,
penas
insondables y esquivas.
Ceniceros cilíndricos,
de vidrio basto tallado sin respeto,
acogieron incendios provocados;
apagaron las llamas del olvido.

En la mano sopeso,
tranquilo,
el minúsculo vaso:
la entrada a un paraíso alternativo.
Soy Notre Dame, me digo,
soy gótico y de piedra y, entonces, me decido.
Borbotea en mi garganta
hasta dejarse caer en mi vacío.
Vacío el vaso,
y yo también,
vacío.
Y empieza, muy despacio, el pequeño milagro del domingo.
Brotan dentro de mí dos manzanos prohibidos,
cabezas de dragones,
ayer, mañana: el tiempo de los muertos y los vivos.
Me giro y, en la puerta, veo esperarme al fantasma de mí mismo:
se ha quedado en la calle sosteniendo el hato de recuerdos que yo he sido.

El tiempo, desterrado, no se queda conmigo.
El reloj aburrido
deja pasar minutos y segundos, torpes, ciegos, cansinos…
los siento deslizarse por mis hombros dormidos.
Sólo tengo mis mil vasos pequeños, mil pequeños amigos,
los guardianes de un templo sumergido.
Ahí me refugio,
dentro,
muy adentro,
tan oscuro y tan tibio,
que pienso que me he muerto o no he nacido.
Y no quiero pensar que hay un futuro:
un fantasma incansable de mí mismo…
quiero volver
atrás
o
a ningún sitio.

Gritaros en la cara que no existo.

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