sábado, 30 de octubre de 2010

LA GUARDIA BLANCA - Mijaíl Bulgákov



«Durante toda su vida, hasta 1914, Kozir había sido maestro rural. El año catorce, al empezar la guerra, fue a parar a un regimiento de dragones, y en 1917 había sido ascendido a oficial. El amanecer del catorce de diciembre del dieciocho sorprendió a Kozir, al pie de la ventana, como coronel del ejército de Petliura sin que nadie —y menos que nadie el propio interesado— pudiera decir cómo habían rodado así las cosas. Y esto ocurrió porque la guerra era para él una verdadera vocación, mientras que la profesión de maestro no había sido más que un largo y tremendo error. Es algo, por lo demás, muy frecuente en nuestra vida. Durante veinte años uno se dedica a cualquier cosa, por ejemplo, a enseñar Derecho romano, y al veintiuno descubre de pronto que el Derecho romano no le importa lo más mínimo, no le gusta y ni siquiera lo comprende; en realidad es un excelente floricultor y siente un amor apasionado por las flores. Hay que suponer que esto obedece a la imperfección de nuestro régimen social, en el que muy a menudo la gente sólo logra ocupar el lugar que le corresponde al fin de su vida. Kozir pasó a ocuparlo a los cuarenta y cinco años. Hasta entonces había sido un mal maestro, cruel y aburrido.»
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